sábado, 26 de septiembre de 2020

César Hildebrandt. Promesas de campaña. Opinión.

Que las promesas de campaña no valen nada, ya lo sabía; pero que desarrollen tal idea y la justifiquen cuando se tiene el poder, o una parte de él para no cumplirlas, sí que es toda una novedad. 

Semanario Hildebrandt en sus trece. Viernes, 25 de septiembre del 2020.

Promesas de campaña. (extracto)

La ética de este congreso de los Luna y los Chehade la expresó muy bien la congresista frenteamplista Mirtha Vázquez Chuquilín cuando dio a entender que las promesas eran para tirarse a la basura y servían para engatusar al soberano durante las campañas electorales.

Esta fue su desnuda reflexión, expelida a mediados de este año: "Las propuestas de ley no deben venir en función de lo que hemos ofrecido en la época de campaña electoral. A mí me parece eso muy irresponsable, porque en campaña electoral se ofrece de todo. Imagínense ustedes si acá se viene a tratar de desarrollar normas en función a lo que se me ocurrió ofrecer en campaña. Entonces me parece un mal referente y eso también me preocupa". Soltó esas palabras en un debate sobre el tema de la inmunidad parlamentaria. Días antes de esa exhaustiva confesión, como lo recordó Raúl Tola en una columna, la congresista acciopopulista Rosario Paredes había puesto el primer terrón de aquel busto de quincha erigido en homenaje al cinismo: "Las leyes no pueden darse por un compromiso de campaña y dejar la función importante de fiscalización".

La "gran prensa" trató a la ligera el tema. No sé por qué, pero lo sospecho: el peso del matriarcado mediático es muy grande en estos días. Y como se trataba de dos clientas potenciales del oenegismo ultrafeminista, había que tener cuidado. No fuera que las manuelas y las floras acusaran de misógino a quien señalara que habían sido dos mujeres las autoras de tamaño descaro parlamentario.

¿O sea que las promesas electorales se lanzan para el embauque y la trafa? ¿O sea que es válido ofrecer el oro y el moro y después reírse a solas en la oficina ganada con los votos de la ingenuidad? ¿O sea que puedes jurar que quieres adecentar la política y después ser un compadrito (a) cualquiera?

Sí, señoras y señores. Eso es lo que hacen los políticos y las políticas. Pero no sólo ellos (ni ellas). Eso es lo que se hace en el Perú a todo nivel, en todos los campos, a lo largo y ancho de esta república aceitosa. La mentira es universal, es cierto, pero pocos son los países que le rinden culto. Aquí, la mentira se admira, se envidia, se fomenta. La "viveza criolla" es la mentira ancestral de nuestra identidad. Nos deslumbran los mentirosos. Huimos de la verdad cada vez que podemos. Y vaya que podemos.

...

Pero volvamos al tema que originó esta columna: la promesa electoral descartable. ¿Se imaginan el festival de compromisos que habrá en las próximas elecciones? A mí se me hace agua la boca pensando en lo que pueden ofrecer los candidatos del 2021. Y me conmueve pensar cuántos miles de peruanos, condenados al candor por el fracaso de la educación pública y la magnitud de la pobreza y la desigualdad, se tragarán esos anzuelos y votarán por quien mejor suene en los debates. Como sonaba Mirtha Vásquez Chuquilín cuando derramaba lisura y mil promesas. 

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